Desde el Seminario Menor
Continuamos aproximándonos al Seminario, con ojos curiosos, en búsqueda de esa luz que prende en los corazones, dando sentido a la vida con una llamada. El seminario no es solo esta pequeña familia que se va dejando educar, para ser, un día, si Dios quiere, presbíteros; es también una propuesta de formación cristiana integral, para niños y adolescentes de 12 a 18 años: el seminario menor. En este colegio, los chicos se van preparando para ser los hombres que nuestro mundo y nuestro tiempo necesitan. Y descubren que su misión en el mundo no es fruto del azar, sino de una vocación que Dios les hace.
Los más mayores, alumnos de 2º de bachillerato, comparten cada jueves con el seminario mayor la comida, y una pequeña tertulia. Les hemos pedido que nos cuenten cómo ven ellos, desde su mirada joven, esto de la vocación, de entrar al seminario con veinte, o veinticinco años… Y nos han sorprendido. Si alguien está tentado de pensar que la adolescencia es solo época de crisis, que se asome a la vida de estos chicos. Buscadores de la verdad, de la belleza, se dan cuenta de que no somos esos superhéroes que a veces se pinta, por ir contracorriente…
Saben de nuestras limitaciones, de nuestros malos días, de nuestros pecados. Y, sin embargo, nos dicen cosas como esta: “el seminario mayor lo integran personas muy agradables, que ayudan a lo que sean y se llevan muy bien con los alumnos del seminario menor.” “Son personas educadas, con buenos modales, a los que no les cuesta ayudar ni ponerse a disposición de los demás. En definitiva, son gente valiosa que cuanto más contacto tenga con la gente de fuera, siempre respetando su entorno y vocación, mejor le vendrá al mundo para contagiarle su carácter y su energía.”
“Es una comunidad muy agradable de “gente de bien”, que saben respetarse y convivir entre ellos en un ambiente católico y sano. Saben relacionarse con las demás personas que comparten el edificio con amabilidad y cordialmente, y siempre que necesita alguien ayuda ellos están disponibles.”
Quizá lo que más nos alegra de sus testimonios, es que se han percatado de que no somos un grupo humano como otro cualquiera. Para todo joven, el grupo de amigos es fundamental. Y, por supuesto, también nosotros vivimos el seminario desde la amistad. Pero, de estos meses que han ido compartiendo con nosotros, destacan el motivo que nos ha traído hasta el seminario: “el seminario mayor está formado por algunos chicos con vocación, más maduros de lo que yo pensaba, gente diferente a la del mundo. Con ellos se puede hablar de muchas cosas distintas, y saben hablar y estar con confianza. Es cierto que las charlas no duran mucho porque tienen que irse, y no tienen una temática fija; pero, por otra parte, me gusta más, porque es un ambiente más distendido. Es un rato que nos ayuda y nos cultiva.
“Todos tienen una gran vocación y son buenas personas; en definitiva, están las personas correctas en el lugar ideal. Es un lugar al que ir si tienes clara tu vocación; si es al contrario, no deberías entrar.”
Es la llamada la que nos mueve, y orienta toda nuestra vida. Lo que nos empuja a seguir es el descubrimiento de algo sobrenatural en medio de lo ordinario. La vocación es, para cada uno de nosotros, un don. Y precisamente, es también por ello una tarea, de servicio a la Iglesia y a toda la humanidad. Don y tarea que da sentido a nuestra existencia, que nos anima a hacer de nuestra vida entera un testimonio del Resucitado. Ojalá descubran también estos chicos una llamada en sus vidas. Cuidemos de los jóvenes, fiémonos de ellos, potenciemos los dones que Dios les ha dado; que puedan escuchar la voz de Dios, que les llama, y ponerse a su servicio sin dudarlo.
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